viernes, 17 de julio de 2015

La risa de la hiena.

     

     Suelo bajar a la playa por la zona del Albergue juvenil, desde que venía de pequeño siempre recuerdo excursiones de diferentes colectivos, asociaciones, etc, que se quedaban una o dos semanas disfrutando de la playa; recuerdo años atrás niños/as de Chernobyl, niños/as Bosnios y no se me olvida sus caras cuando notaban el cosquilleo de la arena y las sensaciones de hundir los pies en la orilla.

     Estos días están disfrutando de la playa un grupo de discapacitados, algunos chicos/as con Sindrome Down, otros con parálisis,...
Estaba en la ducha quitándome el salitre cuando veo que ya van de vuelta por las tablas para almorzar en el Albergue. Justo al lado de la ducha, en el caminito de tablas, uno de los chicos con parálisis y dificultad de movimiento articular en sus rodillas, tropieza cayendo justo al lado mía, rápidamente lo ayudo a levantarse, le pregunto si está bien, le choco la mano, me da las gracias y cada uno seguimos nuestro camino. Al lado mía también venían en dirección a la orilla un grupo de cuatro adolescentes que ni se giraron para ayudar al chaval y después del tropiezo tuve que escuchar entre risas comentarios despectivos sobre la caída del chico; al escuchar el primer comentario casi me como a uno de ellos.

     Sé que no es justo que generalice, porque no toda la juventud(afortunadamente) es así, pero son escenas que veo muy a menudo incluso en alumnos míos, que se han mofado o reído de alguien más débil como hienas que abordan y aprovechan el momento oportuno para su ataque.

Y NO ME ACOSTUMBRO, NI QUIERO ACOSTUMBRARME.